29 de mayo 2019
Aviso: este es un artículo de opinión.
La OMS y otros portales médicos describen: “las enfermedades crónicas son enfermedades de larga duración y por lo general de progresión lenta. Las enfermedades cardíacas, los infartos, el cáncer, las enfermedades respiratorias y la diabetes, son las principales causas de mortalidad en el mundo”.
Así es, la
diabetes está catalogada como una de las principales enfermedades crónicas, y
es incurable. Es una enfermedad que se caracteriza por niveles de glucosa elevados
debido a una resistencia a la insulina (tipo 2) o ausencia de ésta (tipo 1),
entre otras clasificaciones. La diabetes tipo 1 hace parte además de las enfermedades
autoinmunes, es decir que el sistema inmune ataca las propias células del
cuerpo. Por suerte, es una enfermedad que cuenta con tratamiento desde 1921 con
el descubrimiento de la insulina. La diabetes SÍ es una enfermedad, así aparece
en los textos científicos, médicos, etc, y es así como lo aprenden los
profesionales de la salud, como una enfermedad desastrosa.
Cuando me
diagnosticaron con diabetes tipo 1 mi primera impresión fue de negación, ¿cómo
es que yo tendría eso?, me repetía una y otra vez. Pero con la aceptación de
tener esta enfermedad me sobrevino una
fortaleza casi sobrenatural que me permitió empoderarme y sentirme poderosa,
con la meta que la diabetes no iba a derrotarme. En ese momento me sentí
insuperable y convertí la diabetes en un elemento positivo en mi vida, y así la
hice parte de mi rutina. Y en ese punto es donde radica la diferencia y
cambiamos el sentido.
Yo misma alzaba la voz con el lema: “la diabetes no es una enfermedad, es un estilo de vida”, lo mencione y escribí muchas veces, hasta que en algún momento me sentí vulnerable y caí en la realidad sin romanticismos que aún con mucho esfuerzo las complicaciones pueden llegar y que hay días y épocas con diabetes que es más difícil sobrellevarla.
No nos diagnostican con un estilo de vida, nos diagnostican con una enfermedad, pero como he escrito en otros post: “Tengo una enfermedad, pero no me siento enferma”.
No se trata
de bajar la guardia ni echarnos a llorar y tampoco de subestimarla y hacer un lavado de
cerebro para minimizar lo duro que puede ser tener diabetes y todo lo que
conlleva su manejo, sobretodo para los nuevos debutantes que deben saber que el camino es largo y de mucho aprendizaje. La diabetes cierta
e innegablemente es una enfermedad, pero las personas que la tenemos nos
encargamos de darle ese giro que nos permita incorporarla en nuestra rutina y estilo
de vida y así convertirla en un reto o en lo que cada uno la quiera transformar para darle un enfoque positivo y le permita avanzar con ella.
El cómo la adoptemos, el cómo nos
proyectamos, el cómo nos visualizamos, el cómo superamos cada día, la forma cómo la aceptemos, el significado que tenga la diabetes para cada uno es lo hace que
nuestro espíritu guerrero sea inquebrantable, así nuestro cuerpo no lo sea y nos sorprendan otras enfermedades. Lo importante es que no olvidemos que es una enfermedad en la que no es
permitido rendirse.
Expresar nuestros sentimientos nos ayuda y es importante para mostrar ese lado humano de la diabetes. La experiencia complementa lo que dicen los libros, porque una cosa es tener que vivir con ella y otra aprenderla en un texto.
Recordemos: "No hay inquebrantables, no hay inmortales. Lo que nos hace superarnos es la fortaleza con la que las afrontemos, esa fuerza que descubrimos cuando llega el momento"