¿En qué momento
pasaron 14 años desde ese jueves, 16 de septiembre del 2004?
Tengo aún presente en
mi mente los días que estuve internada en la clínica y me dieron el diagnostico
de diabetes tipo 1. Fue un irreal. Recuerdo aún los
moretones en la barriga por la torpeza de las inyecciones de insulina. Recuerdo
la NPH y la angustia de tener que comer a determinadas horas del día. Recuerdo
la alegría de encontrar en los supermercados la etiqueta "apto para
diabéticos". Recuerdo tener que ir al baño a aplicarme mi inyección para
que no me observaran. Recuerdo ir a charlas y que los asistentes (mayores que
yo) se sorprendieran que yo tuviera diabetes a mi edad. Negaba llevar un dispositivo
pegado para que no me recordara mi diabetes. Con saber cómo funcionaba un
páncreas creía que lo tenía todo controlado. Recuerdo sentirme inmortal porque
aceptaba mi condición.
14 años después la
diabetes se ha mimetizado en mi vida. Es real. Mis abdomen sigue con marcas
pero más sutiles. Llevo ese dispositivo que no me gustaba porque no se puede
ocultar que soy la responsables de la parte endocrina de mi páncreas. Hoy lo
llevo pegado como calcomanía. Ya no me dejo definir por la industria de
alimentos con sus etiquetas, elijo libremente qué comer. Cada año (qué digo,
cada día!) la diabetes me deja una enseñanza, y me recuerda que no soy perfecta.
Conozco a más personas como yo y aprendo de ellas, y me maravillo de su fortaleza
y logros, pero también me siento identificada con sus frustraciones. Y aprovecho
para confesar: es la primera vez que tengo miedo, no soy inmortal.
Pasan los años, y me
empiezo a sentir frágil, muchas veces incapaz, y con temor a lo que siempre nos
recalcan: una complicación.
Me recorre la mente
el tiempo y pienso que cada vez, tal vez, me estoy acercando a una
complicación. Cada vez que veo los resultados de los exámenes mi corazón late y
teme ver un asterisco (cuando se sale del rango los valores normales). Cada vez
que veo una cifra alta en mi glucómetro y veo en mi monitoreo continuo que la
glucemia no baja, me angustia. No quiero sentirme culpable de lo que pueda
pasar.
Pero eso no me intimida y
no me desanima, al contrario, confío más en lo que he aprendido y en mi
disposición a intentarlo. Aunque no pretendo llegar a la perfección, sólo un páncreas lo es.
También me motivan
otras experiencias, personas con diabetes que me superan en años de diagnostico
y aquellas que viven con una complicación y la han superado con fortaleza.
No temo sentir miedo,
sin importar los asteriscos, mi valentía sigue intacta.
¡Feliz diabecumple para mí!