Las Aventuras de Nute, la gatica con diabetes tipo 1

Las Aventuras de Nute, la gatica con diabetes tipo 1
Libro ilustrado

viernes, 1 de octubre de 2010

Me miran raro cuando me inyecto...

Imagen de Getty Images

Pensar en tener que aplicarse insulina de por sí es una idea difícil de asimilar, en la clínica luego que las enfermeras eran quienes me inyectaban sin decirme que era ese líquido que ponían en mi cuerpo, el día de mi salida con actitud desafiante y en un tono insensible una de los encargadas de "instruirme" sobre el tema me dió una jeringa rellena de insulina y me "ordenó" empuñar el instrumento que hoy me tiene con vida, y aplicarme el líquido por mi misma, un proceso al que me adapté por obligación y que luego de varios años lo realizo ya sin temor, como dice el refrán "La práctica hace al maestro". Pero igual sería un fino detalle que durante el periodo que estamos allí internados nos regalaran un muñeco de prueba o algo así, para practicar en este y torturarlo con nuestra mala técnica de aplicación, antes de pasar a la práctica real en nuestras barriguitas. 

Con lentitud y en la comodidad de mi hogar fue fácil realizar el ritual, y aunque a nuestras familias y a quienes nos aman, se les parta el alma vernos "chuzar" nuestro cuerpo como si fueramos un muñeco vudú, comprenden la necesidad de hacerlo, y sólo tratan de distensionar el momento con otro tema . En este ambiente privado nos sentimos seguros y apoyados moralmente, pero esta sensación cambia en el momento que estamos lejos de casa y ha llegado la hora de aplicar nuestra dosis de insulina. Ya sea que estemos en un restaurante, en una sala de espera, o cualquier otro lugar lleno de personas extrañas prestas a observarnos, ya no sólo es la jeringa y nosotros, sino la jeringa, nosotros y la mirada inquisidora, curiosa, y aterradora de la gente.

Debo admitir que al principio no tenía las agallas de inyectarme en público, aún estaba en el proceso de aceptarme con diabetes, así que no estaba preparada para demostrarlo publicamente a los demás, aún no me sentía segura de enseñarle al mundo mi ritual. En cualquier oportunidad iba al baño, o me inyectaba en el carro antes de ingresar a algún recinto o trataba de cubrime detrás de alguno de mis acompañantes como si me avergonzará lo que era.

No pasó mucho tiempo hasta darme cuenta que esa incomodidad a la que me sometia por mi misma era un prejuicio más, esos prejuicios de los que estamos contaminados todos. Así que luego de estar dispuesta a exponerme y a enfrentar cualquier reacción que desencadenaría inyectarme en público, sin correr al baño o esconderme de la vista de todos, me dispuse en la primera oportunidad a sacar mis intrumentos del bolso, primero la insulina, quitarle el frío un poco y con mi jeringa inyectarme sin mirar nadie, claro esta que con un poco de timidez pero sin demostrar mi primiparada en el asunto.

Desde esa primera vez, ya no me interesan las reacciones, hoy en día lo hago con naturalidad, ya sea en el cine, haciendo fila para teatro, en un restaurante ya sea "corrientazo" o a la carta, en un café tomando unas onces, donde sea que tenga que hacerlo. Tan sólo pongo junto a los cubiertos, mi insulina y mi jeringa, para tenerla lista en el momento indicado para inyectarme y confieso que siento placer al torturar visualmente a aquellas personas que se asombran al punto de quedar casi paralizadas al verme. Lo siento, pero no las obligo, sólo me mantengo viva y claro, les alimento el voyerismo.

Seguramente muchos lectores han pasado por esta incomodidad y también la han superado, o algunos nunca pasaron por esta situación porque estan acostumbrados de pequeños a hacerlo o nunca fue obstáculo, pero para aquellos que aún nuestro ritual les causa pena y pudor los aliento a romper el hielo y arriesgarse a mostrarse tal cual, porque aunque hacemos algo inusual para el resto, no significa que estemos haciendo algo indebido. Sólo ensayen y verán que nada pasa, tal vez habrá alguien mirándolos por casualidad, o quien no logre resistirlo y se aterre, pero les aseguro que son contados los casos, y en un 99% no nos molestarán, así que concéntrense en su mundo, olvídense de su entorno, e inyéctense en público.

Nunca se sabe cuando encontraremos a otro diabético en el mismo lugar!!!!!!!!

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