Muchos pensarán que las personas diabéticas sufrimos de la maldición del azúcar alto y que nuestro diario vivir es como una pesadilla de Freddy Krueger, como no poder las deliciosas tortas que exhiben en las vitrinas o no poder comer un agrandado de papas fritas lleno de salsas o un rico helado en los soleados domingos.
Falsas percepciones, diría yo. Gozamos de todos los placeres que ofrece la vida en los centros comerciales, en limitadas cantidades claro esta, pero podemos deleitarnos con muchos antojos. Después averiguaremos el inventor o descubridor de lo que algunos definen "¡Sabe como el azúcar, pero no es azúcar!", ese ingrediente mágico que algunos ignoran, ese ingrediente que permite que nuestro curioso paladar disfrute de ese demonio dulce: tortas, postres, chocolatinas, pero para no antojarlos no seguiré con la lista. Así que como leen no vivimos con la cruz a cuesta, modificamos algunas cosas pero tan normales como cualquiera, podría decir que se torturan más las modelos que nosotros, simples mortales a quienes los dioses creen haber arrebatado el dulce placer.
No somos un mundo insípido, por mi parte evito las tentaciones, así que busco cada producto que me conviene, voy al cine y puedo disfrutar las ricas crispetas; en mi cumpleaños buscan una torta a mi medida, los desayunos los acompaño de unos pancakes con jalea, los días oscuros los alegro con una chocolatina.
Así es mi vida, la compenso entre sacrificios y antojos, pero siempre buscando soluciones a esa rutina que ya acostumbraba cuando aún pertenecía a la mayoría, rutinas que creía morirían cuando me dieron la noticia de pertenecer al nuevo mundo de los diabéticos!.