Aunque parezcamos iguales, somos diferentes, pero con los mismos derechos
Discriminación, una palabra que alguna vez hemos sentido en carne propia
(o en páncreas propio) quienes tenemos diabetes.
La diabetes al parecer siempre ha sido un defecto social, un estigma que
debemos llevar a cuestas y en algunos casos callarlo.
Ocultar la diabetes es lo que algunas personas han decidido para poder
ser admitidos en algún trabajo, ser queridos por esa persona que les gusta,
obtener su licencia de conducción, y otros escenarios donde sientan que su
diabetes será un obstáculo para lograr sus objetivos.
Quienes tenemos diabetes podemos toparnos con cualquier forma de rechazo
o miradas despectivas y esto puede ocurrir en cualquier ámbito: una entrevista
de trabajo, el colegio o universidad, incluso restaurantes o cualquier lugar
público donde tengamos que medirnos o inyectarnos insulina.
Todas estas formas son absurdas e inconcebibles, pero hay una forma de
discriminación más grave que las que pueda mostrarnos la sociedad…y es la que
podríamos hacernos a nosotros mismos.
Cuando no aceptamos la diabetes, nos discriminamos; cuando la negamos,
nos discriminamos; cuando la ocultamos, nos discriminamos; cuando nos quedamos callados
ante una situación de discriminación, nos discriminamos y así en todos los
momentos y actitudes donde no hagamos respetar nuestro derecho como personas y
no nos aceptemos a nosotros mismos.
No nos victimicemos, alcemos la voz contra la discriminación
La percepción que tengamos de nosotros mismos es importante para la
lucha contra la discriminación, tal vez sea más difícil cambiar la sociedad y
su forma de pensar, pero si debemos trabajar en aceptarnos, dejar de victimizarnos y levantar la voz
cuando nos sintamos discriminamos en cualquier situación.
Tener diabetes no es un crimen, si nos sentimos discriminados de alguna
manera, ¡no nos quedemos callados!