¡¡Mis primeras glucometrías!!
Ya han pasado 10 años desde que ingresé por urgencias para ser
diagnosticada con diabetes tipo 1. Pero contrario a los que muchas personas
pensarían o creen saber sobre diabetes, en mi vida no es la enfermedad
aterradora que nos han mostrado. Después de llorar durante los dos días que
estuve internada, y procesar la noticia, la diabetes se convirtió en mi estilo
de vida, un estilo de vida donde no hay cabida para compadecimientos.
El estereotipo diabético que nos enseñan o muestran en los medios, no
son compatibles con mi experiencia ni se acercan a mi realidad. No hay duda que
la diabetes es una enfermedad que conlleva muchas complicaciones si no es
controlada, pero la experiencia de vida es diferente en cada persona con
diabetes y hay quienes no logran por alguna razón controlar la enfermedad ni
acomodarla a su rutina, pero ésta no es razón para generalizar.
Primero que todo, los tipos de diabetes marcan una gran diferencia en la
causa y tratamiento de ésta. La mía, tipo 1, no se puede prevenir y menos
predecir. Superado el tema de acceso a especialistas y a medicamentos e insumos
(muy común que en países subdesarrollados como el mío, se niegue o limite), viene
la información. Un paciente con una educación diabetológica correcta es un
paciente que conoce las herramientas, aprende a manejarlas y que puede actuar y
tomar decisiones en el momento necesario. Eso quiere decir, que puede independizarse
y tomar el control sin atemorizarse.
En vez de adaptar su vida a la diabetes,
adapta la diabetes a su vida. Esto, con suficiente autoestima y aceptación de
la diabetes, nos permiten movernos en una rutina personal y social donde la
calidad de vida prevalezca.
Y así es mi vida con diabetes. Aunque por la edad a la que fui diagnosticada
(24 años), terminando mi carrera profesional y con un viaje largo que tuve que
aplazar en su momento, hubiese pensado que es lo peor que ha pasado en mi vida,
no es así. Lo acepté desde el primer momento, me tomé el arduo trabajo personal
de investigar, educarme, ser curiosa, atreverme a cometer errores y aprender de
ellos. En lugar de esconder mi condición, enseñar a través de ésta; en lugar de
ubicarme en posición de víctima, ser mi propia heroína; en lugar de buscar
responsables, hacerme responsable de mí misma; en vez de atemorizarme, superar
cada reto; y con una actitud positiva, seguir sin lamentos con mi vida.
Aún queda mucho camino por recorrer, aunque algunas veces me pregunte ¿Que
hubiese pasado si ese 16 de septiembre del año 2004 hubiesen trascurrido normal
y no me hubiesen diagnosticado con diabetes?
Tengo una respuesta por cada año:
1. No escribiría un
blog y menos sobre diabetes, tal vez de gatos. Este blog se creó para
contrarrestar todas esas noticias amarillistas y dar una mirada positiva a
la diabetes tipo 1, un espacio donde cuento mis experiencias, y también expreso
mi punto de vista en temas relacionados.
2. No conocería gente
tan maravillosa, “berraca” y apasionada por su bienestar y la vida. Es motivante
encontrar otras personas con diabetes (otro de los objetivos del blog) en
mi país y de muchos lugares del mundo con los que compartimos las mismas
experiencias y con otros blogueros ansiosos también de dar a conocer la
diabetes desde otro punto de vista.
3. No sabría para qué
sirven ni donde quedan las células beta, mejor dicho no sabría que
existen. Y otras funciones del cuerpo que la mayoría de la gente ignora. Todo,
sin ser profesional de la salud.
4. No tendría la
fortaleza de superar otros imprevistos tanto en la salud, como mi vida
personal. La diabetes me ha enseñado a medir con más detalle las circunstancias
y enfocarme en lo que verdaderamente es importante, así como superar cada
obstáculo.
5. Mi familia no sería
tan saludable. Y es que desde el primer momento el entorno familiar más
cercano empieza a aprender y poner en práctica los buenos hábitos
alimenticios que tenemos que llevar todas las personas. Nada más satisfactorio
que ver a tus padres analizando y comparando las etiquetas nutricionales.
6. No llamaría la
atención de tantas miradas curiosas. Definitivamente no paso
desapercibida. Sólo necesito una jeringa para llamar la atención.
7. No sería tan interesante.
Y es que todas las personas con diabetes deleitamos a quieres les da
curiosidad y quieren aprender más sobre esta enfermedad y nuestro estilo de
vida.
8. Tal vez no tendría
tatuado el brazo. Si, podemos tatuarnos!! Ya tenía un tatuaje antes de la
diabetes, pero no sería el único. Con mi diagnóstico tuve una razón más
para hacer arte en mi cuerpo y en un lugar visible, así que me hice un
tatuaje identificativo. Derrumbando otro mito más.
9. No hubiese tenido la
experiencia más amorosa y maravillosa. Adoptar a Nutella, mi gatica diabética, (QEPD) y poder cuidarla como a mí misma con el conocimiento que tengo
sobre diabetes. Además también la llevo tatuada en mi espalda.
10. No agradecería y
valoraría cada célula de mi cuerpo y cada día de mi vida. Antes despertaba
y simplemente seguía con mi rutina. Hoy, con diabetes, cada nuevo día es
otra oportunidad de seguir y saber que cada segundo es valioso, y ese
mismo segundo te puede cambiar la vida.
Y la ñapa: No estaría escribiendo un libro. Algún día lo terminaré y
aunque nunca esté en las librerías y sólo mi familia lo lea, será una satisfacción
más.
Muchos pensarán que la diabetes es una tragedia en la vida, y lo será si
no mejoran la autoestima, se educan y toman el control de sus vidas con
diabetes.
¡Feliz diabecumple para mí!
(Es una experiencia personal, si quieres compartirla, no olvides mencionar la fuente www.blogdiabeticotipo1.blogspot.com por Carolina Zárate)